sábado, 27 de octubre de 2012

FEBRERO EN COMPAÑÍA ÍNTIMA Y PERSONAL

Escrito por Neus Navarro
Fotos de Raúl Cubos

Una sala pequeña, luces de led que viran del rojo al verde lima, una moqueta por escenario y el público, reducido, a menos de 3 metros de los artistas. Fue la puesta en escena con la que Febrero se marcó un concierto, íntimo y personal, en la sala Slow de Barcelona el viernes 26 de octubre. Un concierto marcado por el buen rollo, antes, durante y después.


En la voz de Adrián escuchamos “Superestructuras”, tema inicial de la noche y primera anécdota de la velada: su guitarra, que tenía el volumen del ampli bajado, sonaba tímidamente hasta que una seguidora se atrevió a recordarle al cantante y guitarrista el ‘pequeño detalle’. Entre risas, siguieron ‘a tope’ con el concierto. Y así llegaron “Los modernos”, divertida, cómica y muy popera. Una canción para bailar, sin duda. Le siguieron “El fin del mundo”, de su primer trabajo ‘El abismo’. “Esta canción pronto estará muy de moda”, anuncia Adrián. No nos extraña cuando escuchamos  eso de que esto “es el fin del mundo y estamos acabados”. Caótica y delirante, su letra apocalíptica es la ‘oveja negra’ de un sinfín de letras optimistas y ‘buenrollistas’ por principio.

Mientras el público se anima y el grupo pierde la timidez por compartir con él su cercanía, fluye el concierto. Suenan las guitarras, la batería, el violín y el teclado para contarnos su mundo, en el que se vuelven ‘Invencibles’, se atreven a revelar ‘El plan maestro’ que van a desarrollar y nos descubren que nunca fueron muy duchos en las “Ciencias exactas”. Letras sinceras, directas, sin reversos y muy pegadizas. Dejan para el final “El síndrome de Stendhal”, la más animada, con un estribillo que se viene arriba y mucha poesía subyacente: “Poco importa que digan los críticos. Desearte te hace arte ya”, concluye.

Antes de despedirse, la banda cambia la moqueta de su escenario y de sitio al público. “Vosotros allí, nosotros aquí”. Se les nota cómodos y agradecidos. Así, Febrero se sienta frente a ellos para animar, a capella, el final de su concierto y dejarlo arriba. Íntimo, personal y muy divertido.



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