Cantarranas, el campo de rugby de la Universidad Complutense de Madrid, volvió a acoger por segundo año consecutivo el DCODE Festival. Y con nota. Sin nadie comparándolo con el Summercase, sino con su propia primera edición, parece que el DCODE comienza a adquirir su propia idiosincrasia, algo importantísimo para que un festival de música se mantenga con vida. Y sí, quizás sea porque estudié cinco años de mi vida en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, pero a mí me parece que este festival tiene encanto. Y conseguirlo situando tu festival en un pueblo de interior todavía... pero en una ciudad como Madrid se me antoja complicado.
VIERNES 14
Seis de la tarde, primera cita. La hora no ayudó a los granadinos Niños Mutantes, que desafiaban los rayos de sol que les llegaban por la izquierda, como ellos mismos contaban entre risas, mientras cantaban temas tan conocidos y vitoreados como “Errante”o “Te favorece tanto estar callada”, para terminar cerrando con “La Voz”.Todo lo contrario que Kings of Convenience que, con sus perfectas melodías armónicas, lucen mucho más en un auditorio o en un teatro, sentados, para poder apreciar realmente las letras y la calidad de las canciones de los noruegos. Y lo mismo pasa con Sigur Ros, uno de los indiscutibles cabezas de cartel del festival que, en mi opinión, se lucirían más en otro contexto menos festivalero y con un público quizás no tan heterogéneo.
Pero la gran decepción del viernes, muy comentada entre los asistentes esa noche e incluso al día siguiente, fue Justice. Ni siquiera sus grandes éxitos, “D.A.N.C.E:” o “Never be alone”, consiguieron hacer vibrar a las 14.600 personas que habían pagado más de cincuenta euros para, en una gran mayoría, verlos en directo encima de un escenario. Circulan varias teorías: que si solo fueron a fichar, que si les pagaron por hacer un dj set y no su live... Yo tengo otra: las expectativas. Después de verlos en escenarios como el “I Love Techno” de Bélgica o el “Optimus” de Portugal, quizás el Dcode todavía se les quede pequeño. Porque cuando alguien es excelente y comete un error se nota mucho más que cuando alguien se limita siempre a ser solo correcto.
SÁBADO
Cansada del maratón del viernes, la segunda jornada del Dcode no empezó para mí hasta los acordes finales de Supersubmarina (y obligada). Todavía no alcanzo a comprender cómo la banda liderada por José Chino es capaz de atraer a tantísima gente con canciones como “Cientocero” (particularmente mala, en mi opinión, y con la que cerraron el concierto) mientras que grupos de la talla y con la experiencia de “La Habitación Roja” todavía son, en ocasiones, cuestionados. ¿Y qué decir de “Los Punsetes”, “Maga”, “Cola Jet Set”, “Nosoträsh”, Francisco Nixon y tantos otros grupos, también englobados bajo la misma etiqueta de indie pop patrio?Y, tras ellos, en busca de la primera fila para ver a The Kooks. “Ooh La”, “Naive”, “She moves on her own way”, “Seaside” o “Do you wanna” en boca de Luke Pritchard fueron suficientes para que el público no parara de saltar y de bailar durante todo el concierto. Siempre divertidos, la banda británica también tenía guardada una sorpresa: Mark Foster, líder de Foster the people, saltó al escenario para interpretar, junto a Pritchard, su éxito “Pumped up kicks”.
Pero lo que realmente esperaban las más de 20.000 personas que acudieron el sábado al Dcode era la llegada de Brandon Flowers y su banda. The Killers ofrecieron casi una hora y media de grandes temas, acompañados de espectáculo pirotécnico y sonrisas de Flowers, que hicieron las delicias de las miles de fans allí congregadas. Alternando temas de todos sus discos, desde el primero hasta el último, “Battle Born”, recién salido del estudio, The Killers pasaron el examen con nota. “Mr. Brightside”, “Human”, “Somebody told me”; “Smile like you mean it”, “When you were young” e incluso versiones de Joy division (“Shadowplay”) y Alphaville (“Forever young”) culminaron un espectáculo que consolida a The Killers como una gran banda que, ante todo, sabe qué hacer en un escenario. Y la gran sorpresa, Eme Dj. Con grandes temas, alegría e incluso saludos en el centro del escenario, no me imagino mejor forma de cerrar 48 horas de música en el campus de la Universidad Complutense.
Solo una pega: la comida. A pesar de haber aumentado la oferta culinaria, la calidad sigue dejando bastante que desear. Y los precios, como siempre, no aptos para los afectados por la crisis económica!
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